lunes, 17 de octubre de 2016

Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti. Pablo VI

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Señor, yo creo, yo quiero creer en Ti

Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas,
y que penetre en mi pensamiento,
en mi modo de juzgar las cosas divinas
y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre,
es decir, que cuente con la aportación personal
de mi opción,
que acepte las renuncias
y los riesgos que comporta
y que exprese el culmen decisivo
de mi personalidad:
creo en Ti, Señor.

Señor, haz que mi fe sea cierta:
cierta por una congruencia exterior de pruebas
y por un testimonio interior del Espíritu Santo,
cierta por su luz confortadora,
por su conclusión pacificadora,
por su connaturalidad sosegante.

Señor, haz que mi fe sea fuerte,
que no tema las contrariedades
de los múltiples problemas
que llena nuestra vida crepuscular,
que no tema las adversidades
de quien la discute,
la impugna,
la rechaza,
la niega,
sino que se robustezca
en la prueba íntima de tu Verdad,
se entrene en el roce de la crítica,
se corrobore en la afirmación continua
superando las dificultades dialécticas y espirituales
entre las cuales se desenvuelve nuestra existencia temporal.

 Señor, haz que mi fe sea gozosa
y dé paz y alegría a mi espíritu,
y lo capacite para la oración con Dios
y para la conversación con los hombres,
de manera que irradie en el coloquio sagrado y profano
la bienaventuranza original de su afortunada posesión.

Señor, haz que mi fe sea activa
y dé a la caridad las razones
de su expansión moral
de modo que sea verdadera amistad contigo
y sea tuya en las obras,
en los sufrimientos,
en la espera de la revelación final,
que sea una continua búsqueda,
un testimonio continuo,
una continua esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde
y no presuma de fundarse
sobre la experiencia de mi pensamiento
y de mi sentimiento,
sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo,
y no tenga otra garantía mejor
que la docilidad a la autoridad
del Magisterio de la Santa Iglesia.

Amén.

(Pronunciada en la Audiencia general del 30 de octubre de 1968)

Fuente: L’Osservatore Romano,
Edición en Lengua Española, 2 de agosto de 1981, p-3.






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