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La relación actual entre la fe y la razón
exige un atento esfuerzo de discernimiento,
ya que tanto la fe como la razón
se han empobrecido y debilitado
una ante la otra.
La razón, privada de la aportación de la Revelación,
ha recorrido caminos secundarios
que tienen el peligro de hacerle perder de vista
su meta final.
La fe, privada de la razón,
ha subrayado el sentimiento y la experiencia,
corriendo el riesgo de dejar de ser
una propuesta universal.
Es ilusorio pensar que la fe,
ante una razón débil,
tenga mayor incisividad;
al contrario,
cae en el grave peligro de ser reducida
a mito o superstición.
Del mismo modo,
una razón que no tenga ante sí una fe adulta
no se siente motivada a dirigir la mirada
hacia la novedad y radicalidad del ser
San Juan Pablo II.
Fides et ratio 48.
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